El debate sobre la inmigración ha planteado de forma aguda las cuestiones del derecho a la diferencia, del futuro del modo de vida comunitario, de la diversidad de las culturas humanas y del pluralismo social y político. Cuestiones de tal importancia no pueden ser tratadas con eslóganes sumarios o respuestas prefabricadas. “Dejemos, pues, de oponer exclusión e integración -escribe Alain Touraine-. La primera es tan absurda como escandalosa, pero la segunda ha tomado dos formas que es preciso distinguir y entre las que hay que buscar, cuando menos, una complementariedad. Hablar de integración tan solo para decirles a los recién llegados que tienen que ocupar su sitio en la sociedad tal y cual era antes de su llegada, eso está más cerca de la exclusión que de una verdadera integración” (1).
La invasión rusa de Ucrania es historia que se desarrolla ante nuestros ojos, un evento catastrófico que remodelará la política internacional y el orden mundial en las próximas décadas.
La desnazificación se acerca lenta pero constantemente al desenlace. Después de la liberación de Mariupol, debería comenzar un asalto a las fortificaciones nazis en la antigua línea de demarcación cerca del Donbass.
Rusia ha comenzado a experimentar cambios fundamentales y esto se revela en la actual discusión sobre la existencia de un “partido de la guerra” y un “partido de la paz”. No obstante, creo que tales conceptos son erróneos: quizás era posible usar tales categorías en el 2014, pero ahora se han esfumado.
La acusación de que Rusia es un país “agresivo” que “librar una guerra injusta contra otro Estado” y que “viola el derecho internacional” es bastante común en estos días. Sin embargo, el meollo del asunto es que Rusia es considerada un “agresor” por los medios de comunicación”.
Vivimos tiempos de la mayor transformación civilizatoria desde el nacimiento del capitalismo y del mayor cambio tecnológico desde los albores de la producción industrial. Pero, ¿realmente captamos todas las circunstancias relacionadas?
La mentira se ha usado como arma de guerra desde la antigüedad. Ya lo decía el dramaturgo griego Esquilo hace 2500 años: “La verdad es la primera víctima de la guerra”.
Quizás la máxima del pensador brasileño José Luís Fiori de que “expansionismo y guerra son dos partes esenciales de la máquina productora de poder y riqueza en el sistema interestatal” nunca ha sido tan pertinente y parece confirmarse en el exacto momento histórico que estamos presenciando.